Esta afirmación es un claro síntoma de humanización de su mascota.
El animal no sufre por el desconocimiento de todas las nuevas viandas… ¿usted sufre?; el problema lo tiene usted, no su mascota.
Esta afirmación también es un claro indicativo de que caemos en el juego comercial: los cambios de alimentación sólo deben realizarse por variaciones en edad, estado o actividad; el resto de cambios son experimentos innecesarios y poco saludables.
El perro originalmente cazaba y lo que obtenía no solía tener sabores muy variados; por esto, sus preferencias se centraban en sabores muy concretos y muy estables.
En la actualidad, las casas comerciales sacan tantos sabores y presentaciones por razones fundamentalmente comerciales:
- obtención de más espacio en las tiendas (a más tipos de alimento, más espacio ocupado y más posibilidades de ventas).
- influir en la psicología del propietario: “a mí me gusta variar de sabores… a mi perro también”; las múltiples variedades son más un reclamo para el propietario que una necesidad para el perro.
Un perro sólo debe variar su alimentación cuando su edad, estado o actividad lo indique: el resto de cambios es, hasta cierto punto, caer en el juego de marketing de las empresas
fabricantes.